Por la mañana me levante y vi muy contento a Bones, jugué y pase un rato con el.
Pareciera que algo me anunciaba su partida.
Un amigo el cual me acompañaba a salir y andar bicicleta. Recorríamos reforma, Insurgentes y otras grandes avenidas.

Yo lo cuidaba y el cuidaba de mi.
Cuando lo bañaba, era un baño para ambos.
Cuando me sentía triste, el me escuchaba con la única condición de rascarle su pancita, su trompa.
Se portaba bien, no daba problemas, era muy obediente.
Muy noble.
Voy a extrañar todo eso, pero se bien que lo voy a recordar siempre y que si hay un cielo para perros, el va a estar ahí.
[Bones y yo]
No hay comentarios:
Publicar un comentario